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Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en LinkedINEl vino tinto sigue siendo el rey de los vinos y suele acaparar toda la fama y las mejores opiniones de los consumidores, pero esto no quiere decir que sea de mejor calidad o que sea más bueno que el vino blanco.
La variedad de vinos blancos es muy amplia y los hay para todos los gustos. Y es que, al fin y al cabo, con los vinos pasa como con la comida, que todo se reduce a una cuestión de gusto personal.
El vino blanco se elabora a partir de la fermentación alcohólica de la pulpa de la uva, de hecho, estos caldos se fermentan sin la piel. Para su elaboración se pueden usar uvas de color blanco o negro –quién lo diría– y los diferentes tipos pueden ser: chardonnay, sauvignon blanc, chenin blanc, albariño, verdejo… entre muchos otros. Conocer qué tipo de uva es tu favorita te va a ayudar a la hora de escoger tus vinos blancos favoritos. Para eso, no hay nada como tener una mentalidad abierta y probar diferentes vinos. Una buena idea puede ser acudir a una cata de vinos, donde recibirás nociones de expertos en la materia.
El vino blanco seco es el más común de todos los blancos y se distingue por su toque ácido y aromático. La acidez es la verdadera protagonista, puesto que le aporta intensidad y matices a cada vino. Obviamente no todos los vinos blancos tienen el mismo nivel de acidez, pero, de manera inconfundible, un blanco tiene que poseer esa característica, esa fuerza. De otro modo, tendríamos ante nosotros una bebida plana y sin personalidad.
Además, esa acidez es la que hace que para disfrutar de estos caldos sea recomendable tomarlos bien fríos –lo ideal es que la temperatura del líquido sea de seis grados–, de otro modo el disfrute será mucho menor e, incluso, la experiencia puede quedar arruinada por completo.
Cuando la fermentación del blanco seco se interrumpe se obtiene vino dulce, que se recomienda tomar en épocas de frío.
Algunos vinos blancos se pueden catalogar de afrutados, puesto que tanto su sabor como su aroma dejan reminiscencias de ciertas frutas como las ciruelas, el melocotón, las fresas, el albaricoque, etc.
El blanco seco es un vino muy versátil. Marida a la perfección con quesos, pescados y mariscos, lo que no quiere decir que no sea una gran opción también a la hora de acompañar sopas, carnes o platos picantes y/o especiados. Cualquier ocasión es buena para disfrutar de un buen vino blanco, pero no olvides de que debe estar a la temperatura adecuada, es decir, bien frío.
Por último, su menor contenido en alcohol en comparación con el tinto y sus aromas hacen que también sea una gran opción para tomarlo sin acompañamientos.
En definitiva, los vinos blancos son tan buenos como los vinos tintos, solo hay que probarlos y disfrutarlos para tener conciencia de su calidad, su aroma y su sabor.
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