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Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en LinkedINAunque Arbo es la capital mundial de la lamprea, toda Galicia aprovecha el tirón de un pescado que es más viejo que el hilo negro. Literalmente. De hecho, con más de 500 millones de años de vida este controvertido animal es incluso anterior a los dinosaurios. Con un aspecto objetivamente poco apetecible, se ha convertido en un bocado gourmet cuya temporada ya ha dado el pistoletazo de salida, más o menos hasta abril.
Este animal, de aspecto repugnante para muchos y elaboración truculenta vuelve cada año a nuestras mesas como un vínculo con una parte importante de los valores que la gastronomía contemporánea debe preservar: sostenibilidad, temporalidad, territorio. Con el paso del tiempo ha dejado de ser únicamente un alimento para convertirse también en un nexo de unión con nuestro pasado y, de algún modo, en un fósil de concepciones gastronómicas hoy ya desaparecidas.
Sin escamas ni aletas, y convertido su cuerpo en un larguísimo cartílago, esta temporada la lamprea está más codiciada que nunca, y prácticamente se está pagando el doble por pieza que en el 2022.
La temporada de este año, que en Galicia se extiende de enero a mayo, ha empezado mal, siguiendo la tónica de descenso de capturas de las últimas campañas. Frente a los casi 20.000 kg de 2018, 2022 cerró con poco más de 5.000 y las primeras semanas de 2023 parecen anunciar que la tendencia no va a revertirse en los próximos meses.
La construcción de embalses en las últimas décadas, con la consiguiente destrucción de hábitats fluviales, es sólo una de las posibles causas: contaminación de los ríos, aumento de las temperaturas y cambios en el régimen de precipitaciones son algunos de los ingredientes de un cóctel que sitúa a la lamprea en un momento crítico.
La desaparición de la población de lamprea y, por lo tanto, de sus capturas en una zona determinada supone mucho más que la extinción de una especie animal de un entorno concreto, algo que ya de por sí sería trágico. Implica también la desaparición de todo un ecosistema gastronómico que abarca desde conjuntos arquitectónicos a prácticas sociales, elementos etnográficos, tejidos productivos y formas de relacionarse con la alimentación.
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